La Cofradía se pone en marcha de nuevo.
Nunca nos hemos parado, tal vez porque en los últimos meses estuvimos inmersos en la preparación de la carrera más importante de nuestra vida. Seis meses de intenso trabajo, de desvelos, de quitarle horas al escaso tiempo libre que tenemos para preparar una prueba que recién empieza y que esperemos que recorra muchos kilómetros. En octubre "oficializamos" esta Cofradía, y todo aquél que se haya embarcado en la organización de una boda, sabe de qué estoy hablando. De ahí nuestro prolongado silencio.
Como este blog va de running y no pretendo que esto se convierta en un "Cofradía de Luxe", volvemos a la normalidad y tratamos de regresar a entrenos y carreras con más regularidad.
Tenemos un resumen de las carreras pendientes de octubre y noviembre, pero hoy me voy a centrar en un clásico de las carreras populares gallegas: la XXXVIII Carreira Popular do San Martiño en Ourense. Una de las carreras con más inscripciones de toda la comunidad: unas 10000, incluyendo la categorías inferiores, y con más de 4300 participantes llegados a meta en la carrera absoluta (de 5200 inscritos).
Con pocos entrenos, hay que reconocerlo, decidimos participar por tercer año consecutivo en esta prueba y el ambiente es increíble. Este año se pusieron en marcha varias novedades: por fin cajones en la salida y tres liebres para marcar los ritmos. El recorrido era más que conocido, con los 5 primeros kilómetros duros y la segunda parte de la carrera tiene algunos repechos más, discurre por el casco histórico y con un regalo en el último kilómetro.
Contrariamente a lo que solemos hacer, fuimos con mucho tiempo a la salida, trotando desde donde dormíamos hasta el Pabellón dos Remedios. Todo estaba dispuesto para que empezara la fiesta. El día se muestra desapacible, y empieza a orballar. La lluvia nos acompañaría toda la mañana, haciendo que la temperatura fuera agradable y que fueran las condiciones ideales para correr.
Eran las 11h, la marea humana se pone en marcha por el Puente del Milenio. Subimos hacia la estación en pelotón, despacito porque el desnivel así lo requería, y además por la gran cantidad de corredores que había, que buscaban posiciones. Una vez salvado ese primer escollo, tocó bajar hacia el Puente Romano, también en pelotón, porque la estrechez del puente obligaba a adaptar la marcha.
Bebimos con calma y, tras volver a pasar por el Possío, nos adentramos en el casco histórico. Allí estaban nuestros amigos animando. Así parece que queda menos!!!
Tras pasar la Plaza Mayor y el Paseo, sólo quedaba el tramo recto del Campus y la bajada hacia el puente nuevo. Una vez finalizado el puente, me esperaba mi bestia negra de todos los años, la cuesta de subida a la Alameda del Puente. Nunca había sido capaz de subirla corriendo, pero sabiendo que íbamos tranquilos, y que allí nos esperaría el gran Tito Picouto, no podía rendirme un año más!!
En la provincia de León, los cierres de control se fijan en 1h15, lo que resta participación sobre todo de principiantes, pero con 1h30, la participación es superior, sobre todo de mujeres.
En resumen, una carrera que mejora con los años, aunque debería revisar el avituallamiento del kilómetro 5 y la definición de cajones, con mucho público en las calles (pero poco animoso), y que seguirá siendo un fijo en nuestro calendario.
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